En la última década la tendencia del uso de suelo en CDMX, como en otras grandes ciudades del mundo, se ha disparado hacia el uso mixto; esto es lo que estarán buscando las próximas generaciones.
Desde inicios del siglo pasado se promovió la separación de la vivienda de los centros de trabajo y el bullicio de la metrópoli. La gente necesitaba grandes espacios abiertos donde criar familias numerosas. Se fraccionaron las zonas periféricas de la ciudad y, en la búsqueda de privacidad, el uso de suelo en Ciudad de México fue preponderantemente residencial y unifamiliar. El estilo de vida que consiguió aquélla generación suburbana, hoy despierta nuestra nostalgia.
En la década de los 80 el modelo de producción de vivienda cambia y se comienzan las “construcciones en serie”, con la venta de propiedades terminadas que pronto da paso a la construcción de condominios: inmuebles de propiedad compartida que principalmente cubrieron la necesidad de seguridad y vida familiar. En la década siguiente la urbe se expandió hacia zonas cada vez más alejadas del centro y se impulsó la construcción de conjuntos habitacionales verticales.
En este siglo comienza a dibujarse el deseo de revivir aquél estilo de vida familiar y retomar las prácticas de la época previa al uso excesivo del automóvil, una época en la que se disponía de espacios públicos que funcionaban como lugar de encuentro, se construían fuertes relaciones entre vecinos y se tenía el privilegio de vivir cerca del lugar de trabajo, con la ventaja de tener todo a la vuelta de la esquina.
El crecimiento acelerado de la población, el cambio en las condiciones de seguridad, el acceso limitado a servicios, los bemoles de la infraestructura urbana –con sus consecuentes implicaciones en la movilidad– y el alto costo del transporte, ha provocado el surgimiento de una nueva expectativa: conquistar nuevas formas de habitar e interactuar con el espacio y el entorno, soluciones inmobiliarias capaces de ofrecer el ideal de comunidad y seguridad, con los privilegios y confort de la vida moderna.
Un nuevo paradigma
La vertiginosa transformación social ha modificado radicalmente las necesidades; hoy la mentalidad es otra. Se privilegia el tiempo libre, la salud y el bienestar; la cercanía, la reducción de los tiempos de traslado y el uso de medios de transporte ecológicos para reducir el impacto ambiental; el contacto con la naturaleza y la convivencia con los hijos en espacios seguros. En pocas palabras, la calidad de vida. Hoy las personas buscan reconectarse, vivir en armonía en comunidades más orgánicas, pero con todas las facilidades que ofrece el estilo de vida de la gran ciudad.
En este contexto, algunos visionarios detectaron hace más de una década esta necesidad y diversificaron el uso de suelo en la Ciudad de México, logrando proyectos arquitectónicos integrales que ofrecen lo mejor de ambos mundos.
Esta evolución se concreta en desarrollos de usos mixtos, que ofrecen todo para satisfacer las nuevas necesidades –materiales y emocionales– de residentes actuales y futuros; en ellos coexisten en perfecta sinergia diversos elementos en co-propiedad que aportan un plus al patrimonio.
Uso de suelo mixto: una inversión sin riesgo
El modelo del uso de suelo monofuncional y unifamiliar está en decadencia. La celeridad con que las inversiones se adapten al nuevo modelo de soluciones inmobiliarias, marcará la diferencia entre tener o no un retorno de inversión en el mediano/largo plazo.
Abilia desarrolló el primer proyecto de usos mixtos de la Ciudad de México, lo que detonó el desarrollo de la zona y aumentó su plusvalía. El estudio de la evolución de las comunidades urbanas le permitió crear una nueva generación de proyectos inmobiliarios sustentables que transformaron su entorno. Modelo que se han extendido exitosamente a otras ciudades del país, como Metepec, Guadalajara, Querétaro y Cancún.
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